En CTIC entendemos la tecnología, no como un fin en sí misma, sino como un instrumento al servicio del desarrollo empresarial y social de los territorios. Si algo nos caracteriza, y estamos orgullosos de ello, es pensar en términos de desarrollo territorial y para ello necesitamos primero comprender los problemas y contribuir y colaborar con las administraciones para construir estrategias globales aportando desde la óptica que nos corresponde, que es la de la innovación y la tecnología. Esta es la razón por la que uno de los tres retos del centro tecnológico es el de Territorios Rurales Inteligentes.
El envejecimiento y la despoblación del medio rural son dos caras de la misma moneda. Si observamos el mapa de la despoblación en España comprobaremos que el 80% del territorio nacional está afectada por el problema. Y es ahí donde vive el 20% de la población. Debemos preguntarnos si es razonable despreocuparse del 80% del territorio nacional despreciando todas las potencialidades que ello conlleva. Hasta ahora, en España se han hecho políticas reactivas muy parciales que no sólo no han dado resultado sino que en muchos casos han agravado el problema. Seguir haciendo más de los mismo no parece inteligente. Hacer cosas diferentes a nivel estratégico también es innovación. Si algo está claro, es la necesidad de ideas y estrategias disruptivas, pero siempre teniendo como referente un modelo de territorio hacia el que se quiere avanzar.
Resignarnos a que la tendencia mundial es la concentración de la población en las ciudades, no es óbice para que no se tomen medidas estructurales con el medio rural donde el total abandono tendría consecuencias desastrosas también para el mundo urbano. Es necesario buscar un equilibrio entre lo rural y lo urbano pero para ello se debe abordar el problema de una forma diferente. Es necesaria una estrategia de Estado y una regulación que establezca el marco general para estrategias territoriales que necesariamente van a ser diferentes por la diversidad de “ruralidades”. La estrategia de Estado debe ir acompañada de una revisión regulatoria profunda para que sea efectiva y que deje margen de maniobra a las estrategias territoriales. Cualquier nueva estrategia sin revisión regulatoria está abocada al fracaso. No olvidemos que regulación e innovación no son fácilmente compatibles, a mayor regulación –sobrerregulación- las posibilidades de innovación disminuyen sensiblemente.
Las estrategias territoriales del mundo rural deben ser holísticas y sistémicas. No se trata de hacer proyectos en el territorio sino hacer del territorio un proyecto. Para ello, la política rural no puede depender de departamentos administrativos diferentes e inconexos como viene sucediendo en la actualidad. Cuando esto sucede, cada departamento ve y regula lo suyo sin ser consciente o despreocupándose de los efectos colaterales que sus medidas tienen sobre áreas en las que no tiene competencia. La ausencia de políticas globales no deja de ser el síntoma de la falta de visión sistémica. Estas visiones verticales y de silos tienden claramente hacia la protección, la restricción y la prohibición en sus áreas de competencia. El resultado final es un sumatorio de regulaciones pensadas no en términos de sostenibilidad y crecimiento del medio rural sino de un conservacionismo militante.
La política rural debe ser transversal y no estar fragmentada en departamentos verticales. No sigamos haciendo más de lo mismo. La visión estratégica tiene gran relevancia y debe fundamentarse en lo que se quiere ser con perspectiva de futuro. La visión se traslada a la estrategia y se operativiza con una regulación y programas orientados a ella. Cuando no hay estrategia ni liderazgo, surge el problema porque es la regulación y los programas quienes usurpan su función dando lugar a la hipertrofia actual. Es necesario buscar el equilibrio entre la estrategia (visión y liderazgo), la regulación (orientada a la estrategia) y el procedimiento (que mira hacia la estrategia en un marco regulatorio adecuado). Parece de sentido común pero la realidad demuestra que no lo es tanto.
Desde nuestra visión, el desarrollo rural debe entenderse como un reto estratégico desde la óptica del desarrollo económico sostenible orientado a modernizar o a crear nuevos modelos innovadores de actividad económica vinculados al sector primario, al energético, a la valorización de los recursos endógenos y a la generación de nuevas actividades empresariales inexistentes en el territorio, “succionando” actividad urbana limpia y de valor diferencial. Y todo ello, sin olvidar el conocimiento de alto valor acumulado por los campesinos que practicaban la biodiversidad, la economía circular, la sostenibilidad o la retención del CO2 en el suelo y lo hacían con recursos renovables.
Esta visión conlleva una nueva forma de entender la ruralidad y la necesidad de disponer de infraestructuras y servicios básicos en el entorno cercano. Los gobiernos deben ser conscientes de ello y por tanto es una decisión política la financiación de inversiones que sirvan de cimentación al desarrollo económico rural.
¿Y el rol de la tecnología? La tecnología es un instrumento, una herramienta para ejecutar la estrategia. No simplifiquemos el problema pensando que la tecnología tiene poderes “santeros” y milagrosos. El mundo tecnológico debe primero escuchar, entender bien el problema y conocer el modelo de territorio que se pretende construir antes de proponer soluciones. La hibridación entre el conocimiento campesino acumulado durante siglos, el modelo de territorio objetivo y el poder indiscutible de la tecnología seguro puede aportar muchas cosas (restar penosidad, aumentar la productividad y mejorar la calidad de vida, que no es poco).
En definitiva, sin visión, sin estrategia y sin una revisión regulatoria adaptada a ella, la sangría continuará. Poco a poco, eso sí, comienzan a producirse movimientos en buena dirección. El problema se ha colado, al menos en el discurso, en la agenda política. La creación de Comisionados para el Reto Demográfico, unido a la sensibilidad de los medios de comunicación que han puesto el problema encima de la mesa, son un paso adelante. En las últimas campañas políticas el problema del medio rural ha tenido por primera vez protagonismo pero no olvidemos que aunque los gestos son importantes las soluciones requieren políticas estratégicas innovadoras, diferentes, atrevidas y disruptivas que puedan ser ejecutables. Sin el conocimiento, la visión y la aportación de quienes trabajan y operan sobre el terreno se seguirán cometiendo errores de bulto. Y sin cambios regulatorios profundos el avance no será posible.
Conocer los casos exitosos de Alemania, Francia o las Highland escocesas es un ejercicio recomendable para aprender de otros y comprender cómo estrategias bien orientadas dan resultados positivos. Y no generalicemos el problema como un mal universal porque el problema del despoblamiento es nuestro, y no compartido de forma general por buena parte de los países de la UE que han sabido mantener un cierto equilibrio entre lo rural y lo urbano.
Pablo Priesca Balbín
-Director General -