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Lo primero hay que entender el problema global asociado al medio rural. Sólo comprendiendo primero un problema tan complejo y poliédrico como este podremos aportar desde la innovación y la tecnología. 

Aclaremos primero qué es esto de la innovación porque de tanto usar el término lo convertimos en una burbuja conceptual, en un concepto casi vacío (ahora toca hablar de innovación porque es la moda).
Se utiliza con extrema ligereza porque se entiende que es inocua en el sentido de que no es criticable innovar. Pero la innovación no siempre tuvo esta connotación positiva, hasta bien entrado el siglo XX, social y políticamente tenía una acepción negativa porque se identificaba con lo revolucionario. Todo cambió cuando el prestigioso economista Schumpeter la rescata como uno de los pilares que mueve al capitalismo. 
Tradicionalmente, se asocia la innovación al acrónimo I+D+i (mal hecho), siendo la i minúscula la innovación y la I mayúscula la Investigación y dando a entender que la primera procede de procesos de investigación previos, también falso. Eso sólo sucede en algunos casos, los menos.

La innovación procede de otras múltiples fuentes, no es un proceso lineal y no debemos asociarla exclusivamente ni a la investigación ni a lo tecnológico porque gran parte de las innovaciones son sociales. El término de I+D+i, es erróneo y conduce a confusión.
La investigación (la ciencia) es parte del proceso de innovación pero en esta infuyen muchos otros factores. Si la política hubiera entendido el concepto de innovación posiblemente las estrategias públicas hubieran sido otras y no un “totum revolutum” que mezcla la investigación, el desarrollo y la innovación. La innovación conlleva riesgo, si no hay riesgo hablamos de mejora pero no de innovación. Además de riesgo, conlleva impacto (alto o bajo pero impacto, si no hay impacto empresarial o social no hay innovación). La innovación va asociada estrechamente a la competitividad de las empresas y los territorios. Investigación (ciencia) e innovación son cosas distintas, que requieren políticas distintas aunque tengan algunos vasos comunicantes.

La creación de la cooperativa CLAS por 3.800 ganaderos asturianos en 1967 y actual propietaria de una de las mayores empresas lácteas españolas, CAPSA, es una innovación social de alto impacto que contribuyó decisivamente a fijar población y actividad económica en el medio rural asturiano. Al igual que lo fue el turismo rural a mediados de los 80 en Taramundi que sirvió de modelo a todo el Estado español y supuso la aparición de un nuevo tipo de actividad en el medio rural.  Ninguna de estas dos innovaciones de alto impacto se produjeron a partir de procesos de investigación previos.

La innovación es la búsqueda de soluciones que aportan valor a las personas, las empresas y los territorios. Es la capacidad para establecer conexiones improbables que permitan construir soluciones diferentes y útiles. Surge mejor del pensamiento divergente y disruptivo, de mentes creativas, de la fricción y la necesidad que se da desde los estados de confort, de la norma o del clientelismo. Los territorios más abiertos, más dados a aceptar lo diferente y a los diferentes son los más proclives a la innovación. Por el contrario, las sociedades cerradas que no aceptan lo distinto ni a los diferentes se cierran a la innovación.
Desde principios del siglo actual se entiende que la innovación tecnológica crece de forma exponencial a un ritmo vertiginoso, al mismo tiempo que la influencia de la tecnología produce cambios sociales y económicos muy relevantes. 

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Existe una cierta tendencia a considerar la innovación, y más la tecnológica, un fenómeno urbano tanto en su creación como en su aplicación ¿Quién ha dicho que la innovación es un fenómeno exclusivamente urbano? Una falsa conceptualización de lo rural. Claro que la innovación y la tecnología son de aplicabilidad a lo rural. Y no sólo eso, sino que son claves para la aceleración de su desarrollo. 
El medio rural necesita de innovaciones globales a distintos niveles: estratégico, regulatorio, metodológico, de programas y de proyectos. Innovar de arriba abajo (de lo estratégico a lo operativo) y de abajo a arriba (de lo operativo a lo estratégico) pero teniendo en cuenta las características y las culturas locales. El concepto de Jaime Izquierdo de “innovación retroprogresiva” es muy oportuno en contraposición a la innovación radical más propia de culturas urbanas donde lo nuevo sustituye a lo viejo rápidamente y sin compasión. En el medio rural la innovación debe respetar y tomar como punto de partida la cultura local.

En buena medida el futuro de lo rural pasa por la innovación social y la innovación tecnológica aunque yo me centraré aquí fundamentalmente en la tecnológica.
Si tuviera que construir una visión de lo que será el mundo rural en base a las tendencias tecnológicas que son de aplicabilidad al mismo y aún a riesgo de equivocarme creo que no se alejaría mucho de este bosquejo: los territorios tendrán conectividad global, el internet de las cosas se aplicará a las explotaciones ganaderas para la monitorización desasistida del ganado, la alimentación y el seguimiento de salud de los animales; la agricultura será de precisión (sensorización y monitorización del suelo, humedad, ph, maduración de las plantas, estado bacteriológico…) para mejorar la rentabilidad de los cultivos; los bosques serán también controlados y monitorizados con sensores, analítica de datos, inteligencia artificial y las explotaciones forestales se harán más productivas; en el ámbito de la distribución la analítica de datos se aplicará a la optimización de rutas y a la predicción de la demanda; los tractores autónomos no serán una rareza exótica en la agricultura extensiva; productos agrícolas ecológicos y de alto valor añadido serán comercializados en plataformas especializadas en internet donde los productores se asociarán bajo denominaciones de origen certificadas; tecnologías disruptivas como el blockchain se aplicarán a la trazabilidad alimentaria; el turismo rural será cada vez más de nicho y dirigido a segmentos de población captados a través de marketing digital; se monitorizarán personas mayores a través de internet con dispositivos conectados; existirán servicios de tele-asistencia sanitaria públicos y privados; habrá una nueva ruralidad asociada al teletrabajo que permitirá succionar actividad limpia urbana (los neorurales); y la inteligencia artificial ayudará a predecir las consecuencias a medio y largo plazo de decisiones políticas que afecten al territorio. 
Claro está que esta tecnificación no será igual en zonas de cultivo extensivo (que tenderán hacia la agricultura 4.0) que en territorios de montaña, pero quisiera que se entendiera el mensaje: la tecnología es un aliado, en mayor o menor medida, que debe adaptarse a cada contexto y que  complementa el alto conocimiento del medio y la forma de interpretar las leyes de la naturaleza que tienen los campesinos. La tecnología no sustituye al conocimiento campesino sino que se hibrida con él, lo mejora para hacerlo más rentable y proporcionar condiciones de vida más dignas. Las actividades del campo no pueden estar sometidas a la esclavitud de la tierra, la mejora de las condiciones de vida en el medio rural deben superar el estadio de dependencia absoluta representado en el “estar siempre” y es aquí donde la tecnología aporta valor permitiendo romper esa esclavitud y dependencia permanente. Las nuevas generaciones piden otras condiciones y la tecnología permite obtenerlas y, si además proporciona mayor productividad y rentabilidad debemos probar.

El futuro será en esta dirección o simplemente no será. La cuestión es acelerar el proceso para que sea posible. Pero la tecnología no es suficiente aunque sí indispensable. Tiene que ir acompañada de visión de futuro, estrategia, liderazgo, revisión regulatoria (imprescindible e irrenunciable), inversión pública en el mantenimiento o recuperación de servicios básicos y en infraestructuras de telecomunicaciones, discriminación fiscal positiva y la creación de áreas y centros de experimentación e innovación sin límites, “sandbox” donde probar cosas diferentes, libres de regulaciones encorsetadas, donde podamos pilotar ideas disruptivas, equivocarnos y rectificar rápido. El futuro también será rural.

cambio medio rural

 

Pablo Priesca Balbín

-Director General -

CTIC Centro Tecnológico

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